El ictus, también conocido como accidente cerebrovascular, embolia o trombosis, es una enfermedad que puede tener consecuencias muy graves, pudiendo suponer el fallecimiento de quien lo padece.
Cada año, se producen en nuestro país unos 130.000 casos de ictus, tratándose por tanto de una de las primeras causas de muerte. Aunque es más común en personas de edad avanzada, también puede ocurrir en edades más tempranas.
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¿Qué es un Ictus?
A nivel médico se puede hablar de dos tipos básicos de ictus: hemorrágico e isquémico.
- El ictus hemorrágico se produce cuando se rompen uno o varios vasos sanguíneos del cerebro, llenando de sangre la zona afectada y provocando su asfixia. Además, a esta circunstancia hay que sumarle el hecho de que la presión de sangre dentro del cráneo aumenta, con el consecuente daño que esto provoca.
- El ictus isquémico, por su parte, se produce al obstruirse una de las arterias que irrigan el cerebro, interrumpiéndose el flujo de sangre, ya sea total o parcialmente. Se trata del tipo de ictus más común, ya que representa aproximadamente el 85% de los casos.
En cualquiera de estos dos casos, la rapidez a la hora de reaccionar ante el episodio será decisiva para salvar del afectado, así como para evitar que pueda tener secuelas invalidantes en el futuro.
En esta afección médica suele decirse que ‘tiempo es cerebro’, en alusión al conocido refrán que hace referencia a que debemos actuar con rapidez. Si un médico u otro personal sanitario no responde adecuadamente frente a un ictus, las consecuencias para el paciente serán importantes y duraderas en el tiempo, como ya hemos mencionado.
¿Cuáles son los síntomas de un ictus?
Los síntomas de un ictus suelen presentarse de forma brusca, aunque también existen casos en los que el afectado va notando problemas que se repiten con el paso del tiempo. Por lo general, existen diversos signos que sirven de alerta para sospechar de un accidente cerebrovascular:
- Pérdida de la visión, ya sea total o parcial. A su vez, dicha pérdida puede producirse en uno o en ambos ojos.
- Afasia, es decir, alteración del habla. El afectado tiene dificultad para expresarse, de forma que le cuesta articular palabras o lo hace con un lenguaje incoherente.
- Dolor intenso de cabeza, sin que en principio exista una causa aparente para ello.
- Pérdida de fuerza en una o más zonas del cuerpo. Habitualmente, esto sucede en alguna extremidad (como la pierna o el brazo), aunque también puede afectar a un lado entero del cuerpo.
- Pérdida de sensibilidad, que normalmente se percibe como sensación de hormigueo.
- Sensación de mareo o vértigo: el afectado pierde el equilibrio o se cae de forma brusca.
Un facultativo debería ser capaz de detectar y tratar adecuadamente un ictus cuando el paciente está sufriéndolo, pero como vamos a ver a continuación, en algunas ocasiones no se ha producido un diagnóstico o tratamiento adecuado.
Negligencia por error o retraso en el diagnóstico del ictus
Los accidentes cardiovasculares podrían haber sido diagnosticados de forma errónea, de manera que los médicos tratan el problema como si el paciente tuviera otra afección. En tal caso, estaríamos hablando de un error de diagnóstico.
En otros casos puede suceder que se tarde demasiado en realizar las pruebas pertinentes, de forma que el ictus sea diagnosticado demasiado tarde. Dicha situación se conocería como retraso en el diagnóstico.
Ambas situaciones son graves, de manera que el paciente corre riesgo de fallecimiento o puede verse expuesto a lesiones que le incapacitarán de por vida. En tales casos debemos saber que tenemos derecho a reclamar y obtener una indemnización por ictus.
¿Cómo debo actuar ante una negligencia por error de detección de ictus?
Si bien la sanidad en España está altamente desarrollada y cuenta con buenos profesionales, no está exenta de que puedan producirse errores. Al igual que ocurre en otras áreas, pueden darse casos en que los profesionales no actúan correctamente.
Desde el punto de vista legal, se considera negligencia médica aquella situación que, por acción u omisión, se aparta de los estándares establecidos.
Para el paciente no siempre es sencillo determinar si, a priori, ha existido negligencia o no. Es por eso que, ante la duda, la opción más recomendable es acudir a un profesional del Derecho que esté especializado en la materia, con el fin de que examine el caso y pueda orientarnos.
Por tanto, si usted o una persona cercana creen haber sufrido una negligencia por el error o el retraso en el diagnóstico de un ictus, le aconsejamos que contacte lo antes posible con nosotros. Estudiaremos el caso de forma individualizada y procederemos a reclamar, cuando efectivamente existan indicios de dicha negligencia.
Es fundamental que guarde todos los documentos médicos que haya podido obtener, ya sean previos al episodio de ictus o posteriores al mismo. Así, las radiografías, tomografías, analíticas de sangre o cualquier otro documento, deberán ser guardados ya que podrían servir como prueba.
También aconsejamos que informe al centro sanitario de lo ocurrido, pues de esta forma quedará constancia del hecho. Esto no solo sirve al propio paciente, sino que también puede servir para evitar que otras personas tengan que pasar por la misma situación, tomándose así las medidas pertinentes.
Indemnización por ictus: Contacte con Ramos Mesonero
Somos un Despacho especializado en negligencias médicas, por lo que contamos con amplia experiencia en la materia y una alta cualificación, que nos permite dar respuesta a una amplia variedad de casos en los cuales la sanidad no ha dado una respuesta adecuada.
Dada nuestra experiencia en el sector, hemos ayudado a muchas personas que han tenido problemas y que han procedido a reclamar una indemnización; por ello, si usted o un familiar necesitan ayuda legal frente a una negligencia, no duden en ponerse en contacto por nosotros.
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